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Acompañamiento psicológico en el paciente renal

Por: Lic. en Nut. Priscila Guzmán Rodríguez

Seguro cuando leyeron el título imaginaron que el post estaría encaminado a explicar las técnicas psicológicas que beneficiarían a un paciente que cursa con Insuficiencia Renal Crónica (IRC), lo cierto es que cuando sugerí el tema, lo primero que pensé fue en el papel que jugamos como nutriólogos para mejorar el estado anímico de un paciente que se encuentra en etapa de cronicidad con bajas expectativas de salud a largo plazo.

Repasé todo lo que implica una enfermedad crónica, y me gustaría que al leer esto, por un momento quedara de lado el pensamiento crítico que a ustedes y a mí nos invaden como para adjudicar al paciente la responsabilidad de su estado de salud actual al no generar hábitos adecuados a lo largo de su vida; se los pido para situarnos en el punto en que hemos topado la enfermedad, tratamos con ella, ya no intentamos prevenirla porque ha comprimido al paciente y afortunadamente podemos ser esa vía de contacto para ayudar a mejorar su estado nutricio a lo largo del proceso.

Tenemos a bien entender que la IRC tiene causas congénitas (Lupus Eritematoso, Diabetes tipo I, etc.) o adquiridas (Diabetes Mellitus, Hipertensión Arterial Crónica, Enfermedad Pulmonar desencadenada por abuso en el consumo de tabaco, exceso en consumo de café, automedicación, etc.) que desencadenan en un deterioro de la salud, pues los riñones son los encargados de “purificar” la sangre para filtrar el exceso de líquidos, minerales y productos de desecho, además de incidir en la producción de hormonas que mantienen la homeostasis sanguínea y ósea.


Reflexionar en esto es entender certeramente las consecuencias que una persona tendrá si alguna de estas funciones se ve limitada. En este sentido, se dirá que existe Insuficiencia Renal cuando los riñones no realizan los procesos de filtración glomerular adecuadamente, lo que provoca una “intoxicación” de la sangre por exceso de desechos con sus desencadenantes de anemia (por la ineficiente formación de glóbulos rojos), hipertensión arterial (si esta no fue la causa) y resistencia a la insulina, aunado a los síntomas propios de la enfermedad como mareos, náuseas, vomito, debilidad, inapetencia, etcétera.

El panorama anterior afirma que coexisten estados de ánimo que acompañan esta enfermedad, mediados por la resistencia de la persona enferma que elabora ideas reales o falsas de su estado actual y reestructura el sentido de la muerte considerándolo como inmediato, lo cual lo lleva a reorganizar (en el mejor de los casos) sus proyectos de vida en el ámbito personal, laboral, familiar, de relación de pareja, etc.

Existen algunas investigaciones que dan cuenta de lo anterior. Uno de ellos estudió a 32 pacientes que cursan con IRC, de los cuales el cien por ciento manifiesta depresión, frustración, hostilidad, desanimo y apatía; aunque también, la mayoría refiere que el optimismo en la vida es fundamental para seguir viviendo. Los resultados de la investigación indican que el estado vivencial subjetivo de los pacientes portadores de enfermedad renal crónica está marcado por afectaciones emocionales, evidenciándose la urgencia de implementar alternativas terapéuticas psicológicas efectivas en la atención integral de estos pacientes, y de considerar su expresión en el cuadro clínico de la enfermedad.[1]

Para entender mejor de lo que quiero hablar, me gustaría exponer casos reales de pacientes con los que trato en consulta y que se encuentran en tratamiento de sustitución renal.

Álvaro[2], un paciente de 40 años de edad que cursaba con IRC consecuencia de complicaciones asociadas a Diabetes Mellitus (DM); inició el tratamiento nutricional pero su forma de hablar y actuar daba cuenta que no había aceptado la enfermedad y que tardaría en hacerlo, no pudo lograrlo pese al extraordinario acompañamiento familiar que le albergaba. No reestructuró su vida a partir de la enfermedad, sino que pretendía reestructurar su estado de enfermedad actual a partir de su estilo de vida (se negaba a abandonar vicios). Falleció hace un par de semanas.

Aurora, una joven de 26 años de edad que desencadena en IRC como consecuencia de DMI diagnosticada a los 13 años; tiene una vitalidad sorprendente a pesar de haber perdido la vista y de ser inapetente a casi a todo lo que come, terminó la universidad con dificultades. Vive con su madre (mujer comprometida y dedicada a ella) y su abuela. Cuando estamos en consulta ríe mucho y me toma de la mano para saber que estoy frente a ella, que le presto atención. Cuando se intentó un trasplante de riñón (fallido) quedo con edematización exacerbada y su expresión cuando la vi fue: “Doctora, qué pena verla, ya estoy bien gorda”. Actualmente recibe terapia psicológica.

Ariana, una madre de 30 años de edad que aún no sabe con certeza la causa de la IRC. A pesar de los intentos nutricionales tiene periodos de restablecimiento y de retroceso: “lo único que me preocupa y ocupa es estar bien por y para mi hija”; a veces pienso que no he hecho todo por ella, pero se encuentra agradecida, le da gusto verme y saber que la “entiendo”.

 José, un hombre de 52 años, reportero de profesión que descuidó el diagnóstico de DM por la vida laboral tan afanada, se encuentra en etapa de aceptación, aún no conoce del todo la enfermedad y estoy intentando que lo haga. Me platica que sigue escribiendo para el periódico, aunque ya no puede trabajar presencial: “Perdón que no haya contestado a tiempo su mensaje, el último reportaje me tiene ocupado, más ahora que perdí visión de un ojo, me tardo el doble pero esto es lo que me mantiene vivo”.

Considero que como profesionales de la salud debemos tener las herramientas necesarias para dar acompañamiento a un paciente con IRC, implementar técnicas que hagan de la asesoría nutricional un tiempo de aprendizaje siendo totalmente empáticos en los posibles fracasos del tratamiento nutricional. Al principio les decía a los familiares: “Ustedes ya hicieron todo lo que estuvo en sus manos si él/ella no quiere poner de su parte ya no es su responsabilidad”.

Muchos pacientes después comprendí que no se trataba solo de “poner de su parte” porque esto implicaba un estado anímico óptimo (en estos casos casi nulo); que estos pacientes necesitan apoyo psicológico que les ayude a demarcar su condición actual plenamente conscientes de que, de manera paulatina, podrán obtener una mejor calidad de vida, aunque no sea la misma; comprendí que la subjetivación de la enfermedad constituye un elemento clave que se relacionaba con la actitud del paciente ante la enfermedad y los estados afectivos, volitivos y cognitivos que se van estructurando e implicando en su manera de reaccionar ante la enfermedad.

Por último, comprendí que, como equipo multidisciplinario necesitamos insistir e insistir: “mucho se habla de la atención médica, poco del vínculo del alimento con los afectos hacia el cambio permanente en la alimentación y menos sobre la implicación de los cambios emocionales y las características de la personalidad en la aparición, curso y pronóstico de las enfermedades crónicas en general y de la enfermedad renal, en particular, como variables que interfieren o facilitan el éxito de los tratamientos, en pro de una mejor calidad de vida de estos pacientes.”[3]

[1] Gonzalez, N.Y.; Herrera Jimenez, L.E.; López,Romero, J.,Nieves, Achón,Z. (2011). Carcateristícas del estado empcional en pacientes con enfermedad renal crónica. Revista Psicológica Cientifica.  https://www.psicologiacientifica.com/enfermedad-renal-cronica-pacientes-estado-emocional/   


[2] He modificado los nombres respetando la privacidad de los pacientes.    


[3] Mendoza, Mendoza, H; Gonzalez, Vera, R; Etal. (2016). Impacto de la atención psicológica en el paciente con Insuficiencia Renal Crónica . Revista Electrónica de Psicología de Iztacala, vol. 19.número 3 UNAM (973-993)

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