Por: Lic. en Nut. Priscila Guzmán Rodríguez
Cuando escuché por primera vez el término de “cetosis o dieta cetogénica” fue por aquellos años en que estudiaba la licenciatura: un término técnico nada atrayente para mí, por lo menos no como tratamiento nutricional pero sí en su majestuosidad fisiológica. Años después, en el curso del servicio social que expedía en el Hospital General de México me obligué a profundizar más en el tema o mejor dicho, me obligaron; en aquel momento estaba en el área de Pediatría, a la doctora encargada del área y a mí nos llamó la atención la multiplicidad de niños con diagnóstico de epilepsia refractaria, por lo que decidimos implementar en la práctica lo que ya desde principios del S.XX se establecía como formación científica con su primera descripción hecha por Gelpa y Marie en Francia; y es que la práctica clínica inevitablemente te lleva a experimentar (por llamarlo de un modo) con aras a un progreso más eficiente para el paciente. Mucho después, hasta hace apenas dos años, la trayectoria laboral me llevó no solo a indagar más en su uso para el control de peso sino a su implementación en la consulta externa.
Quise encabezar con este preámbulo porque me gustaría pensar que cuando comiencen a leer consigan identificarse con cada una de las experiencias en el ámbito profesional para emitir un pensamiento crítico a favor o en contra de su implementación. Comenzaré por evidenciar que cuando se estudia su uso por vez primera no se estimaba que sería un tratamiento para el control de peso, más bien era denominada una dieta rica en grasa y pobre en proteínas y carbohidratos, diseñada para remendar los cambios bioquímicos asociados con el ayuno y conseguir el efecto que éste ejerce en el control de las crisis epilépticas manteniendo un estado anabólico en situación metabólica de ayuno[1]. Sin embargo, la eficiencia en su uso actualmente como tratamiento para perdida de peso está evidenciado. La primera evidencia es indudablemente fisiológica, hecho corroborado en los periodos de ayuno, momento en el cual el cuerpo humano utiliza una vía alterna para la producción de energía (ATP) en la que mediante la beta-oxidación existe una metabolización de los depósitos de grasa dando lugar a los llamados cuerpos cetónicos (acetoacetato, B- hidroxibutirato y acetona) de este modo se exige al cuerpo utilizar la grasa como fuente de energía; la segunda evidencia es totalmente práctica, cada profesional tendrá una visión y experiencia distinta, yo siempre enfatizo a los pacientes que no es un plan de alimentación sino un tratamiento para pérdida de peso que debe ser instaurado y supervisado por un nutriólogo.
Hay dos claves importantes que manifiesto en su implementación: restricción calórica y carencia de carbohidratos de la dieta; de lo contrario es una vil dieta de moda. Como profesionales sabemos que la pérdida de peso se logrará siempre que exista un déficit calórico entre lo que se ingiere y lo que se gasta, aquí la doble eficiencia de la cetosis.
Quisiera llevar el tema a modo de debate, pero más bien me gustaría lograr perspectivas profesionales. En lo personal estoy a favor de su uso en la consulta siempre y cuando exista una restricción calórica; que no sea la primera vía de tratamiento para el paciente hasta que se hayan establecido hábitos saludables de alimentación que permitan ver el tratamiento como otro “salto” en su proceso y no como una forma rápida de perder peso; que esté calculada de acuerdo a las características del paciente y que se identifiquen las particularidades para poder llevarla a cabo, con esto me refiero detectar alcances y limitaciones (por ejemplo, un paciente que cursa con depresión difícilmente la podrá llevar a cabo) así como la precaución en la ejecución en pacientes con patologías específicas como DM II.
Podría enumerar múltiples beneficios corroborados en mis pacientes pero solo mencionaré los más manifiestos, tales como los efectos favorables en la hipertensión debido a la corrección de las anormalidades del metabolismo de la glucosa, descendiendo la presión sanguínea y los niveles de glucosa e insulina[2]; descenso de los triglicéridos, regulación de la glucosa, reducción en cifras de colesterol (en aquellas con predominante uso de proteínas y no de grasas), descenso en procesos de ansiedad, educación nutricional relacionada a porciones, motivación en los pacientes que llevan un proceso largo y que están próximos a llegar a sus objetivos, y bueno, reducción de peso corporal.
Quiero terminar aclarando algunos aspectos que en ocasiones se entienden y son falsos. Primero, la cetosis no es sinónimo de cetoacidosis, primera confusión cuando no se tiene experiencia en su implementación, esta última es un proceso patológico en situaciones en las que no hay insulina o ésta es inefectiva, sin embargo, en una cetosis los aminoácidos provenientes de las proteínas que se ingieren y las hormonas gastrointestinales que se liberan durante el proceso de ingestión provocan la liberación de una cantidad de insulina que es escasa pero necesaria para evitar la acumulación de grasa y suficiente para evitar la aparición de situaciones asociadas a un efecto total de efecto insulínico[3]; segundo, la sensación de cansancio, mareos, ansiedad, sed excesiva, no es permanente, la adaptación viene enseguida (aproximadamente 48-72hrs después de iniciada) momento en el que el metabolismo se vuelve lipolítico; y tercero, no hay contraindicación para realizar ejercicio, aunque en pacientes obesos prefiero que lo omitan porque no es sostenible dos cambios drásticos en el proceso, sin embargo, con respecto a deportistas de competición se ha evidenciado que el rendimiento podría verse aumentado en aquellos deportes que utilizan un metabolismo lipolítico (actividades aeróbicas) como el ciclismo, pero en aquellas de componente anaeróbico en las que el metabolismo es glucolítico (pesas o carreras de velocidad) el rendimiento se podría ver reducido. [4]
En conclusión, así como se diría de la libre cátedra también se puede decir de la consulta nutricional, cada nutriólogo es libre de llevar de la forma que desee el curso de sus consultas, solo establecería una cláusula: implementación con conocimiento científico por el bien del paciente.
[1] Guiner, P. (2016). Manual para la práctica de la dieta cetogénica. Madrid: NUTRICIA S.R.L.
[2] Nobels F. van Gaal L, de Leeuw I (1989). Weight Reduction With a Hight Protein, Low Carbohydrate, Caloric Restricted Diet: Effects on Blood Preassure , Glucose and Insuline Levels. The Netherlands Journalof Medicine; 35:295-302. Esto es un ejemplo de una cita que citó Joaquín Pérez Guisado (2008) en Archivos Latinoamericanos de Nutrición, 58:4: 323-329.
[3] Guyton AC, Hall JE (1996). Fisiología Médica. 9th ed. Madrid, España: Interamericana McGraw-Hill. 927-952, 1063-1077.
[4] Phinney SD (2004). Ketogenic diets and physical performance. Nutr Metabol. 1: 1-7.
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