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Microbiota intestinal, nuevos enfoques terapéuticos nutricionales y médicos.

Artículo tomado de: Agenda 2020

Mtra. María Angélica Díaz Aranda

Nut. Brenda Berenice Valenciano Martínez

En la última década ha crecido exponencialmente el interés por el estudio de los millones de microorganismos simbióticos, patógenos y comensales que habitan el intestino humano (microbiota intestinal), pues es bien conocido su papel central en el proceso de salud-enfermedad.

La microbiota mantiene un constante intercambio de genes y metabolitos con las células del huésped y debido a su influencia ha llegado a considerarse un órgano virtual del cuerpo. Se calcula que el material genético de la misma (microbioma) es 100 veces mayor al del propio genoma humano. Es nombrado “microbioma humano” y considerado por muchos científicos nuestro segundo genoma.

El conocimiento que se tiene actualmente sobre la composición y función de la microbiota intestinal ha sido posible gracias al desarrollo de técnicas de secuenciación genética de nueva generación (metagenómica), basadas en el gen 16S del ARNr (ácido ribonucleico ribosomal) especifico en estos microorganismos. Como ejemplo se encuentran dos proyectos elaborados a gran escala denominados “Human Microbiome Project” y “MetaHIT” llevados a cabo en Estados Unidos y Europa, respectivamente.

La composición de la microbiota depende de factores genéticos (herencia) ambientales (clima, región, etc.) y del estilo de vida (alimentación, actividad física, consumo de fármacos, etc.), lo que hace que sea diferente en cada individuo.

Funciones de la microbiota intestinal

Las funciones más importantes que realiza la microbiota intestinal pueden clasificarse según su mecanismo de acción en contribución, biosíntesis y metabolismo, de ahí su influencia en la salud.


Cuando la microbiota intestinal se encuentra saludable se dice que está en “simbiosis” con su huésped, y se caracteriza por tener una alta diversidad de especies, por lo tanto en condiciones fisiológicas normales las bacterias ayudan a medir la digestión, mantienen el buen funcionamiento del sistema inmunológico y previenen la invasión o colonización de bacterias patógenas.

La “disbiosis”, es decir la alteración de la microbiota intestinal y la respuesta adversa del huésped se encuentra relacionada a una baja diversidad de bacterias y se asocia con el desarrollo de múltiples enfermedades, entre las que se incluyen trastornos inmunológicos (eczema, asma, alergias etc.), neurológicos (ansiedad y depresión), inflamatorios y metabólicos (diabetes, obesidad, enfermedad inflamatoria intestinal, cáncer, etc.)

Los trastornos anteriormente descritos presentan una mayor prevalencia en países desarrollados, en donde se ha podido comprobar también la perdida de determinadas especies bacterianas que colonizaban el intestino humano en décadas anteriores, traduciendo esto es una menor biodiversidad de la microbiota y consecuentemente disbiosis. Los factores asociados a dicha merma se describen a la siguiente figura.


En diversos estudios se ha puesto en evidencia el papel que ejerce la dieta en el desarrollo de disbiosis, específicamente aquella de tipo occidental (rica en azúcares, grasas saturadas, alta en proteínas de origen animal y baja fibra). Dicha condición favorece el incremento de sustancias proinflamatorias como los lipopolisacáridos (LPS) presentes en bacterias patógenas; sustancias aterogénicas y cardiotóxicas como el N-óxido de Trimetilamina (TMAO) e Indoxil Sulfato (IS) que conducen al organismo al desarrollo de enfermedades. Por otro lado, se observa una disminución en la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) que se sabe están involucrados en la homeostasis energética, prevención de la disbiosis, favoreciendo de un ambiente antiinflamatorio, regulación de la señalización de saciedad, entre otras.

La restauración del balance de la microbiota intestinal puede ser posible mediante la manipulación de ciertos factores ambientales, entre los que sobresale la dieta del individuo; en la misma se puede contemplar la administración oral de probióticos (microorganismos vivos que cuando se administran en cantidades adecuadas confieren un beneficio a la salud del huésped) y prebióticos (ingredientes o substancias alimenticias no digeribles que estimulan el crecimiento o actividad de bacterias promotoras de la salud que colonizan el intestino grueso).

Se ha demostrado que la suplementación dietética con cepas bacterianas probióticas estimula la reproducción de bacterias benéficas en el intestino otorgando propiedades metabólicas favorables para el organismo, lo que ha sido utilizado ampliamente en la industria de alimentos, específicamente la de lácteos fermentados con probióticos. Se ha comprobado también que los probióticos más allá de ejercer funciones sobre la microbiota, cuentan con la capacidad de actuar directamente con el huésped, por ejemplo a través de la modulación inmune o la producción de sustancias bioactivas.

La mayoría de la evidencia sobre los beneficios clínicos de los probióticos son dependen de la cepa, cantidad o dosis y duración del tratamiento.


Con relación a los prebióticos, la microbiota posee enzimas (CAZymes) degradadoras de estos compuestos no digeribles (almidon resistente, inulina, lignina,pectina, celulosa y fructooligosacáridos), lo que favorece también la producción de compuestos metabólicamente funcionales para el huésped y el crecimiento selectivo de microorganismos benéficos.

La combinación de ambos componentes probióticos/prebióticos potencializa los efectos saludables hacia la microbiota intestinal y es a lo que se denomina “simbiótico”, sin embargo, cabe mencionar también que se ha observado que los efectos beneficiosos no son aplicables a todos los individuos.

Por tal motivo, al igual que la medicina personalizada es necesario hablar de la nutrición para persona en donde se pueda implementar la llamada dieta de precisión, la cual permite considerar aspectos como edad, estado metabólico, género, función bacteriana inicial e incluso preferencias alimentarias. Dicha terapia ha llevado a cabo investigaciones sobre dieta-microbioma-huésped y ha resultado en un tratamiento potencial para la mejora de condiciones metabólicas y podría ser empleada en poco tiempo por los profesionales de la nutrición.

Como se puede observar la microbiota juega un papel importante en el estado de salud del individuo y es necesario conocer las herramientas que permitan que esta importante comunidad microbiana mejore su composición y mantenga su balance; tal es el caso de una alimentación específica y el uso de compuestos coadyuvantes como lo son “probióticos” que tienen un gran potencial terapéutico en el tratamiento de múltiples enfermedades.

 

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